En su “nota
técnica” dice “el Producto Interno Bruto registró una alza
de 2.5%” en cifras anualizadas, sin hacer mención alguna al
decrecimiento de la actividad industrial y sin siquiera detenerse a tratar de
entenderlo o comentarlo.
Baste citar que Japón a finales de 2014 vivió una
desaceleración, que mostraba una debilidad de su sector industrial (para ellos
no tan significativo) y, de manera inmediata anunció “inversiones” privadas y públicas por casi 30 mil millones de
dólares; pese a esa “inversión” ya realizada en lo que va
del año, su economía apenas muestra “leves
signos de recuperación que lo llevarán a un crecimiento de 0.9% en 2015”
Pues en México, lejos de ello, no se observan nuevas
inversiones públicas, es más, se anunciaron ya severas reducciones a ellas;
además la inversión privada nacional se contrajo en lo que va del año en unos 7
puntos porcentuales y la “inversión” extranjera, lejos de
mostrarse interesada en actividades productivas, está a la expectativa de
mercados más apetecibles.
El señor Carstens
en la presentación del Informe
trimestral enero-marzo de 2015 del Banxico, ya anunció con su siempre poco
acertado sistema de “adivinador” que la debilidad del
mercado norteamericano (en realidad estadounidense) se mantendrá cuando menos
durante dos trimestres más y la inversión internacional no llegará (si es que
llega) hacia finales de 2015 o principios de 2016.
China, una de las economías con mayor dinamismo en los
últimos años y que había “jalado” parte de crecimiento mundial, también a
finales de 2014, observó datos de crecimiento industrial por debajo de sus expectativas
(7.5% cuando esperaba 11.2%), generando un desequilibrio interno, entre oferta
y demanda de productos industriales y para corregir esa situación realizó un
programa de apoyo a la inversión en activos fijos y de subsidios fiscales.
En México, a la inversa, desde hace más de un año está
castigada la inversión primaria en activos fijos al reducirse el margen fiscal
de depreciación y hacer muy complicada la importación de maquinaria; un
desastre que se está pagando con empleos y el mismo señor Carstens adviete que hay una desaceleración de las exportaciones
mexicanas a consecuencia de una menor actividad en Estados Unido; sin que haya
(como de hecho no lo ha habido) un proyecto de fortalecimiento del mercado
interno; seguiremos pues atados a la economía gringa.
Sin embargo lo verdaderamente preocupante, para la economía
mexicana y para los consumidores mexicanos es el nivel de inflación que puede
desatarse tras el proceso electoral del 7 de junio, pues ya se prevé desde
ahora una efervescencia social que puede llevar a graves desequilibrios económicos
y políticos.
No me extraña pues la pasividad con que la “autoridad”
financiera nacional asume el costo de su incapacidad para conducir la actividad
económica, me preocupa que tras la elección, su capacidad para hacerlo se verá
reducida ante la pérdida de espacios políticos y el “endurecimiento” de posiciones
de las fuerzas políticas.
Simplemente dejo constancia de que hacia el tercer trimestre
del año, se agravará a tal nivel el ambiente social, que puede resultar en
graves conflictos políticos y una muy desafortunada crisis económica.
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