No hace mucho tiempo, es más apenas hace 25 años, este
México realizaba elecciones organizadas por el gobierno, vigiladas por el
gobierno, contadas por el gobierno y calificadas por los elegidos en las elecciones;
hace un cuarto de siglo en unas elecciones locales, por ejemplo las de Yucatán
de noviembre de 1987, con 106 municipios, en la que el PRI inscribió 106
planillas, el PAN, 29; el PST, 11; el PMS, ocho; el PARM, siete; el PPS, seis,
y el PDM solamente una; en el mejor de los casos el PRI tenía contendiente en
unos 30 municipios (menos de una tercera parte del total)
Ahí había entonces 15 distritos electorales y en todos hubo
candidatos de seis partidos; sólo el PRT no registró candidatos más que para tres
distritos.
Las candidaturas a la gubernatura fueron Víctor Manzanilla Schaffer por el PRI; Roger Cicero Mackinney, del PAN; Juan Campos Vega, del PPS; Vicente Contreras May, del PST; y Roger Aguilar Salazar, por el PMS.
Entonces más del 80% del tiempo de radio, de la escasa TV local
y del espacio periodístico; lo ocupó la candidatura de Manzanilla Schaffer; el restante 20 por ciento fue destinado a dar
cuenta de las otras 265 candidaturas.
En la elección de gobernador, votaron 327 942 de los 591 463
yucatecos empadronados (55.4%) de ellos más de 280 mil votaron por el PRI (el
85.4%); el 10% votó por el PAN y el restante por los otros partidos políticos;
el dato “sorprendente” no era ese, pues apenas en dos semanas el Congreso
del estado (electo), se constituyó en “Colegio
Electoral” para calificar las elecciones y anunció el triunfo del candidato
priista a la gubernatura, Víctor
Manzanilla Schaffer, las 15 diputaciones de mayoría y 104 alcaldías; sólo perdía
el municipio de Hocabá con el PPS, ya que las votaciones del municipio de Tetiz
se anulaban.
Es más hubo un municipio (Ticul) en el que se registraron
tres planillas de tres partidos políticos diferentes y no hubo voto alguno para
candidato diferente a la presidencia municipal, ni los propios candidatos o
miembros de la planilla o familiares o amigos fueron a votar por ellos.
Ese escenario no era extraordinario en el país de 1988; era
parte de la “normalidad” democrática de entonces; seis meses después se
realizaron las “paradigmáticas” elecciones federales de 1988 que fueron (hasta
entonces) las elecciones más cuestionadas de la historia mexicana.
Ahí el PRI y Carlos
Salinas de Gortari, por primera vez se enfrentó a una verdadera competencia,
con Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano en
una alianza de facto de lago que se llamó Frente Democrático Nacional y Manuel Clouthier del PAN.
Les platico ahora la caída o callada del sistema de cómputo
establecido para el conteo electrónico de esa elección; que como ya
he dicho antes, no existió: en realidad se “vendió” a la opinión
pública nacional la posibilidad de un seguimiento electrónico (computacional)
de los resultados (que a la distancia puedo asegurar que en ese año NO EXISTÍA
equipo ni sistemas capaces de realizar esa tarea) el equivalente del PREP de
1988 se cayó para callar una verdad histórica, LA “OPOSICIÓN” GANÓ la
Presidencia de la República, pero NO SE LE RECONOCIÓ el triunfo; pero el
proceso electoral si estuvo plagado de inequidades y resultó (además del primer
ejercicio democrático participativo) en un verdadero fiasco para el Estado
mexicano en el mundo, pues aparte de las trapacerías conocidas, se demostraron
muchas otras.
México inició entonces el camino de la “modernidad”, ganaron los
modernizadores de México y parte de ese camino (que demandaba y demandó la
sociedad) son las “instituciones electorales” así para
el proceso electoral federal de 1991, tuvimos por primera ocasión un Instituto
Federal Electoral, que era un órgano administrativo de la Segob, un Registro
Federal de Electores (al frente del que pusieron a un hombrecito
inútil) y un Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales
(COFIPE); pero también surge entonces el Tribunal Federal Electoral; en
realidad todos las “instituciones” fueron parte de un gran entramado que volvió a posesionar
al PRI como fuerza mayoritaria absoluta.
Por ello la legislatura entrante (siempre por presión
ciudadana) buscó reinventar yendo hacia la “ciudadanización” del IFE
(nótese que no hay independencia de ese órgano) surgió entonces lo que nuestros
“analistas” y algunas capas poblacionales consideran el mejor instituto
electoral nacional, que en lo personal no es más que otro instrumento del
régimen para hacer parecer que se avanzaba en democracia; el problema real de
la integración de esas instituciones electorales en nuestro país es que de
origen están viciadas, son cooptadas por los partidos políticos y representan a
las cuotas partidistas; incluso hoy el INE adolece de autonomía en materia
financiera (es decir no cuenta con recursos para ejercer sus funciones).
Las cuotas partidistas establecieron entonces, en 1997, en
2000 y en todas las “reformas electorales” incluida la de
2014 sus estructuras han sido coptadas, distribuidas por cuotas y lo peor de
todo sujetas a voluntades ajenas al interés nacional.
Hoy el INE y TEPJF está compuesto por “consejeros” y “magistrados”
que responden a los intereses de los partidos políticos, abyectos personajes
que sin el menor respeto por la ley, hacen de sus “instituciones” un teatro;
sólo como ejemplo cito el caso del PVEM y sus reiteradas violaciones a la ley
electoral vigente, sin que la “autoridad autónoma” asuma una posición al
respecto, mucho menos que la retire el registro, como debió haberlo hecho desde
hace ya más de tres meses (aplicando
la fracción 1, inciso e) del Artículo 94 de la Ley General de partidos
Políticos); el TEPJF contraviene su propia legislación al tratar asuntos “en
privado” para evitar divisiones públicas.
Por último la FEPADE, un órgano administrativo del poder
ejecutivo, se ha limitado a no hacer nada.
Pero de 1988 a la fecha, hemos avanzado; es momento que la “normalidad”
democrática vire para dar poder al ciudadano, el poder del voto.
México requiere verdaderas instituciones electorales fuertes
que no se rindan ante el poder de los partidos políticos, que no representen a
sus cúpulas y que tengan capacidad para imponer la ley.
El interés de este trabajo era mostrar cuanto se ha
avanzado, pero también cuanto nos falta por avanzar, la agenda social debe
voltear a ver entre otras cosas la conformación verdaderamente autónoma de las
instituciones electorales; hoy estamos mejor que en 1988, pero como entonces se
veía normal lo que pasaba, que en un municipio en que se habían registrado fórmulas de otros partidos no hubira un solo voto a su favor; ahora
muchos mexicanos sabemos que no es normal lo que pasa.
Pero no bastará con eso, sin que haya equidad, castigo y calidad democrática
SALUD
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