Dicen los que creen que saben que, en virtud de que hoy, los
elaboradores de la norma política responden a los intereses de los partidos
políticos que los llevaron ahí, el juego de poder debe considerar y dar
respuesta a todos los escenarios posibles para esos instrumentos de poder, es
decir, deben considerar la posibilidad de que sean primera o última fuerza
electoral y que en la posición opuesta se encuentre cualquiera de las otras fuerzas
políticas.
Ya desde hace años se ha hablado de “acotar” los poderes de
los gobernantes (de todos) estableciendo pesos y contrapesos (sin embargo
resultado de de última reforma electoral del siglo pasado, el poder se
concentró en el legislativo y los partidos políticos han mantenido ese
escenario como el más aceptable para ellos, pues a través de las representaciones
populares y el control de “sus legisladores” obtienen privilegios (o mantienen
los obtenidos)
En tal sentido, tres propuestas ancestrales han sido vetadas
o relegadas de manera sistemática desde hace años en las modificaciones
electorales:
·
Reelección inmediata de legisladores, pues al
convertirse en hacedores de su propio destino, los legisladores dejarán de “obedecer”
a las cúpulas partidistas y, por lo tanto, las burocracias partidistas
perderían su poder de “negociación” institucional.
·
Candidaturas independientes o ciudadanas, ya que
la “posible llegada” de ciudadanos les retira a los partidos políticos la
capacidad de control de los órganos legislativos y además el control de las decisiones
que ahí se tomen.
·
Revocación de mandato o evaluación ciudadana de
la gestión gubernamental, que les saca roña de sólo escucharla, pues les retira
todo poder sobre las arcas, esas arcas que ellos a través de sus “administradores”
se encargan de vaciar para sus fines y no para beneficio de la población.
Tres demandas mínimas que debieran ser incluidas en la nueva
reforma electoral federal, pero que seguramente serán acotadas y rehuidas hasta
por la “izquierda”.
Después tendríamos que estar al pendiente de los recursos,
de los que asisten para las “campañas” es decir del financiamiento público y
privado, de la transparencia en su ingreso y gasto, pero especialmente de los
dineros que se sirven ellos como hacedores de los presupuestos y de los cuales
NO DAN CUENTA a nadie.
Ya desde hace muchos años ha quedado claro (pero especialmente
en los procesos electorales de 2000 y 2006) que los financiamientos privados a
campañas políticas han generado distorsiones e inequidades en los resultados
quizá intencionadamente los partidos políticos han dejado con castigos muy “poco
significativos” a violación de esta regla básica de equidad, quizá sea tiempo
de limitar el financiamiento público y posibilitar el financiamiento privado con
fórmulas claras y reglas precisas que permitan incluso observar el
comportamiento de la gestión pública de los elegidos tras haber recibido
financiamiento de tal o cual empresa o persona.
Otra vieja discusión, que se ha sostenido entre quienes a
eso se dedican es el federalismo contra el centralismo, desde finales de los 90
se optó por dar mayor capacidad de gestión a las entidades federativas (pues el
PRI sabía que al perder el poder absoluto sólo les quedaría el poder local y
sus erarios para resarcirse) se crearon 31 (o 32) poderes locales con capacidad
de manejo propio e independiente, se fortalecieron las arcas locales (estatales
y municipales) sin establecer controles de gasto y rendición de cuentas, se les
“autorizó” para hacer y deshacer en su territorio, sin contrapesos federales,
legislativos o ciudadanos, sin embargo intentar regresar al centralismo a la
toma de decisiones desde aquí (como si sólo los “administradores” centrales
supieran hacer las cosas) ES CUANDO MENOS UN DESPROIPÓSITO, es sin lugar a
dudas un retroceso, ya sabemos que la capacidad de gestión y resolución de
problemas es mayor entre más cerca se tomen las decisiones.
Sin lugar a dudas el federalismo debe ser capaz de dar capacidad
de ejercicio pleno de la autonomía estatal y de la libertad de los municipios,
a partir de controles y rendición de cuentas claras, oportunas y sobre todo con
la capacidad de remover de manera pronta a los “administradores” que no estén funcionando.
Los “avances” hacia un régimen federal semiparlamentario o hacia
la conformación de gabinetes plurales, sólo sirven para dos cosas, para nada y
para lo mismo, los acuerdos ejecutivos que lleven a la integración acotada de
gabinetes, sólo le dan poder a los partidos políticos y vulneran el erario, pues
cada titular se siente en deuda con el partido que lo llevó a esa posición y
debe responder a los intereses de ese partido para continuar mamando del
presupuesto.
Hace unos días critiqué la corta visión del PND al haber
descubierto y escrito “Los factores
geográficos son relevantes para el desarrollo de una nación, ya que se pueden
traducir en una barrera para la difusión de la productividad, así como para el
flujo de bienes y servicios entre regiones. Las comunidades aisladas
geográficamente en México son también aquellas con un mayor índice de
marginación y pobreza” pues en la capacidad de gobierno de las autoridades
locales es de justicia social hacer más por quienes se encuentran en situación
desventajosa por cuestiones geográficas y rezagos históricos ancestrales, es
decir lograr que el federalismo sea capaz de satisfacer de manera prioritaria los
requerimientos presupuestales de esas comunidades e ir reduciendo las prorratas
en función de los niveles de bienestar alcanzado por los comunidades más favorecidas,
el desarrollo político de los gobiernos locales, está en función de la
capacidad de satisfacer las necesidades locales y preservar la pluralidad de
este país a partir de la circunstancia local deberá ser prioritario en esa
reforma política, de lo contrario estaremos sentenciando a nuestro México
marginal a la muerte o a la sublevación.
SALUD.
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