En realidad el señor Zavala
(Juan Ignacio) en su columna del “imparcial”
diario Milenio, cabeceó como “las cosas de cabeza”, si, ese señor
que es cuñado de Felipe Calderón y
hermano del muy “honesto” Hildebrando,
hace una crítica a lo que pasa en la política nacional, pero se “olvida”
del estado en que ellos dejaron este país.
Mientras Edmundo
Jacobo Molina, consejero del INE, dijo que: “no se trata de minimizar el
problema de inseguridad en el país, pero tampoco será obstáculo para los siguientes
comicios del 7 de junio”, así como minimizando sin minimizar, diciendo,
sin decir, y creyendo como se cree en la santísima trinidad.
Mientras en Los Pinos, se reunió (en reunión privada, dicen
las crónicas) con su gabinete legal y ampliado (aunque hay versiones de que
primero lo hizo en petit comité con el Gabinete de seguridad y Luis Videgaray) para emitir un
“comunicado de presa” que dice palabras más o palabras menos que Peña Nieto: “exhortó
a los integrantes de su Gabinete a redoblar los esfuerzos que permitan avanzar
en el cumplimiento de los cinco grandes objetivos para 2015” es decir
se reunieron para que el presidente les recordara que hay que trabajar.
Hasta creo que como dice el “ilustre” Zavala, las cosas están de cabeza, pero
la verdad no importa, ya faltan 20 días para el proceso electoral y según me
dicen los que encuestan, las tendencias son irreversibles y muy desfavorables
para Peña y su gabinete, pero también para otras fuerzas políticas.
Pero eso tampoco importa, la razón de esa cabeza para este
post en un hecho que debía importarnos a todas y todos los mexicanos, para un
evento ocurrido el jueves pasado en una de las muchas zonas marginadas de la
ciudad de Chihuahua.
Se nos mostró primero como descomposición de la sociedad,
cuando la pérdida de capacidad para distinguir hasta donde está permitido y a
partir de adonde deja de estarlo: primero se permitió que viéramos normal
cuando un padre o esposo levanta la voz, después nos parece normal que la mujer
golpee (para corregir) al niño, más adelante permitimos que el jovencito orine
en la calle, dejamos que el presidente municipal se robe unos pesos (pero que
robe poquito diría el siñor Cardenal o el “ilustre” candidato a ese puesto de
elección popular) y al final del día, aceptamos que un puñado de “honbrezotes”
se apropien de un país, de sus instituciones y de la “legalidad”, son ellos los
primeros en incumplir y nosotros sus cómplices.
Al principio vimos como “normal” que un grupo de
personas armadas “se mataran entre ellas” (versión oficial) y hasta parte de la
sociedad asumía como sano eso; después “aceptamos” que la presencia de
cuerpos colgados y cabezas tiradas era parte de esos “inconvenientes” de que se
enfrentaran las organizaciones criminales; finalmente se nos mostraron cientos
de fosas con cadáveres que (según nos quieren hacer creer) son de criminales;
últimamente se ven enfrentamientos de personas armadas cerrando calles,
quemando vehículos, destruyendo propiedad privada y hasta matando personas y
pues el sólo la continuación de las acciones que los grupos criminales hacen
(también bajo la versión oficial) al sentirse acorralados por la autoridad.
Todo ello pasó en un breve lapso de tiempo, desayunábamos
con notas policiacas que daban cuenta del nivel de barbarie que vivía nuestro
país, los comunicólogos oficiales del régimen en radio y televisión nos
mostraban un día y el otro también los niveles de inmundicia que nos estaban
carcomiendo como sociedad y nosotros sin mayor reparo, pues lo aceptamos.
Ahora, un grupo de cinco jovencitos (casi niños) “jugaron”
al secuestro de un niño de 6 años y en su “juego” pues lo mataron,
con tortura y saña inusitadas, para que la “autoridad” nos indique
que “no
se podrá procesar más que a los dos mayores”
Así: México ensangrentado, México desgarrado, México tomado,
México sin valor y sin sentido, México de cabeza; sin autoridad y sin sociedad
capaz de asumirse para exigir.
Un México de cabeza, mientras miles de candidatos hacen
campaña y un grupito de iluminados nos dicen que la violencia no afecta al
proceso electoral; un México de cabeza mientras uno de los más grandes
beneficiarios de la “guerra contra el narco” nos quiere
hacer ver todo lo mal que está el país, pero sin asumir su parte de culpa; un
México de cabeza mientras Peña Nieto se reúne con su gabinete para recordarles
que hay que trabajar.
México de cabeza que dentro de unos meses verá como normal
que los niños “jueguen” al secuestro; un México secuestrado por la ineptitud
de todos.
Por cierto, ellos (y otros igual que ellos) serán los próximos sicarios, los grandes o pequeños capos, la basura que habremos de enfrentar en el futuro cercano.
Por cierto, ellos (y otros igual que ellos) serán los próximos sicarios, los grandes o pequeños capos, la basura que habremos de enfrentar en el futuro cercano.
SALUD
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