Me acuerdo de finales del siglo pasado y la imagen del
ranchero echado pa’lante (como dicen en el rancho), la figura de un personaje
obscuro que era gobernador de un estado conservador de México gracias a los “arreglos” del salinato para entregar en
1991 sin sustento alguno la gubernatura de Guanajuato a Carlos Medina (tan amigo de Salinas que el avión presidencial
estuvo dispuesto durante más de cinco años para que Medina Plascencia viajara con su hija a Houston, para darle
tratamiento médico) tras unas elecciones de Estado (como eran casi todas
entonces) en las que Vicente Fox fue
declarado derrotado.
Chente,
apenas unos días después del proceso electoral federal intermedio de 1997,
salió a medios para asegurar que había que sacar al PRI de Los Pinos y que él
sería quien lo hiciera, una campaña mediática llena de declaraciones estúpidas (pero
resonantes), un permanente actuar desatinado de un personaje absolutamente
desconocedor de la política nacional; tres años que lo colocaron en la palestra
nacional.
Vicente Fox no era bien visto ni en el propio partido
político que lo había postulado en dos ocasiones para ser gobernador y que lo
había hecho diputado federal en 1988, ahí se le conocía como “El
zorrillo” por escurridizo y apestoso; el mismo presidente nacional del
PAN (entonces Carlos Castillo Peraza)
lo calificaba como un advenedizo y desconocedor de la mística partidista.
Sin embargo, en 1997 ya siendo presidente nacional del
PAN el señor Felipe Calderón, inicia
lo que se conoce como la
“prostitución de los ideales” del PAN aceptó que el zorrillo se montara en
la estructura panista para ganar votos (que lo llevaron a la presidencia de la
república pero no al poder partidista)
Hace tres meses un obscuro personaje, un empresario sin
conocimiento de la política, un empresario prominente del ramo inmobiliario, de
la farándula y el espectáculo decidió anunciar su postulación a la presidencia
de los EUA por el partido republicano (conservador) y desde entonces inició una
campaña anti inmigrante, anti mexicana y xenofóbica que lo colocaron en primer
lugar en las preferencias de ese partido para ser candidato (entre 17
precandidatos)
La explicación es sencilla, se dirige al extremo de
partidarios que en su lógica aceptan irreflexivamente esas afirmaciones (así
como Fox se dirigió a todos los que
estaban descontentos con 70 años de gobiernos priistas), que de manera consciente
o inconsciente se asumen como “superiores” al resto del mundo.
Trump lo
hace como una estrategia publicitaria, que lo coloca todos los días en las
primeras planas de los diarios estadounidenses, lo hace a pesar de estar consciente
de que sus palabras simplemente son imposibles de llevarse a la realidad, como
lo hizo el bisonte (por grandote y cornudo según Ernesto Arroche y el AM de León) que con su verborrea antioficial
contagió a amplios sectores poblacionales de México antes de la elección del
2000.
Pero el Partido Republicano norteamericano no es el PAN
mexicano y la población estadounidense actual no es la población mexicana de
finales del siglo pasado; los gringos, los miembros de esa organización
política saben que las afirmaciones de Donald
Trump (el pato trompudo) hacen más daño que bien a la organización;
mientras en 1998 parte de la estructura panista vio la rentabilidad política de
la presencia de Fox; hoy parte de la
estructura republicana observa en Trump
un peligro para las aspiraciones presidenciales de esa fuerza política.
Ya lo he escuchado de varios analistas políticos
estadounidenses pero la mejor explicación me pareció la que señala que Trump está ahí gracias a que los otros
candidatos no tienen propuesta concreta y que en la medida que las convenciones
republicanas avancen y se retiren los menos competitivos, habrá más propuesta
concreta y menos estupideces; esa teoría asegura que entonces Trump cambiará su discurso o
simplemente se quedará en sus entre 15 y 20 puntos porcentuales.
Pero por lo pronto hay que aguantar ese discurso, sin que
nuestra cancillería levante la voz, sin que nuestra diplomacia sea capaz de
señalarlo, sin que nuestro gobierno, nuestros legisladores o nuestros ministros
sean capaces de levantar la voz.
Trump no
es un racista, es un publicista y como Fox,
se montó en una estructura partidista y endulza los oídos de unos cuantos
pendejos.
Salud
Te
recomiendo:
Comentarios
Publicar un comentario