La política mexicana en su vida “institucional” ha tenido innumerables momentos de fragilidad, quizá el primero se presenta a mediados de 1939 en que el General Andreu Almazán pide su retiro del servicio activo del Ejército y pública un documento postulándose como candidato a la Presidencia de la República en las elecciones del año siguiente.
Esa postulación fue apoyada por las fuerzas de derecha representadas en el Partido Revolucionario de Unificación Nacional (PRUN) y también recibió el apoyo de sectores del Partido Laborista y del Partido Acción Nacional (PAN).
Mientras que el oficialismo de Lázaro Cárdenas, presentó como candidato al también General Manuel Ávila Camacho.
Tras la “victoria” del régimen Manuel Ávila Camacho tuvo que incrustar a todas las fuerzas políticas como parte del gabinete Miguel Alemán (a la derecha) y Heriberto Jara o Lázaro Cárdenas (a la izquierda) Ese primer rompimiento del orden institucional tuvo consecuencias nunca aclaradas primero un atentado contra el presidente y después la muerte de Maximino (hermano del Presidente), el reacomodo de las fuerzas de derecha y la postulación de Miguel Alemán Valdés, retoman el frágil cause.
En los sesenta tras la llegada de Díaz Ordaz (cercanísimo a Maximino) considerado anticomunista y quizá el producto mas cercano al régimen “revolucionario” (por su estructura represora) las corrientes “progresistas” del mismo régimen retomaron el control de la situación política y llevaron a Echeverría tras estirar la liga en 1968.
La liga es flexible, la liga permite jugar con ella, la liga se estira y afloja tras determinada resistencia y ante determinada insistencia. Muestra de ello es la readecuación del andamiaje político electoral de 1971 y la readecuación de las estructuras de poder, para compactarse y mantenerse, sin embargo la liga se siguió estirando.
Tras veinte años de “acuerdos” políticos y “reacomodos de fuerzas” en 1987 se volvió a estirar la liga y como consecuencia la estructura de poder nacional se fraccionó, pese a ello la izquierda institucional fue nuevamente marginada.
Un nuevo “acuerdo” político y una nueva reforma política un “nuevo” esquema de permanencia política del régimen, que sólo llevó al fortalecimiento de la derecha institucionalizada (PRI y PAN) que abrió la puerta al primer gobierno estatal de “oposición” y a la recomposición de la derecha (al grado tal que Genaro Borrego –panista convexo- es nombrado Presidente del CEN del PRI) (ver: K. Sáenz; J. Casillo; A. Guillén; El sistema electoral mexicano panorama de las reformas electorales desde 1990).
La semilla de la descomposición política nacional estaba ahí y en 1994 los causes institucionales fueron nuevamente rotos el “flamante” candidato del Presidente fue asesinado y según la declaración ministerial de Carlos Salinas, por la Nomenklatura del PRI (aunque nunca realizó imputación directa alguna)
La “negociación” de Salinas tras la muerte de su “delfín” el llevar el sacrificio de Colosio hasta el grado de la “posibilidad” de permanencia para dar paso a un nuevo proceso electoral, la tozudez de Manuel Camacho para “sobrevivir” pese a todo, la reestructuración del poder de la derecha y especialmente la “creación” de un producto denominado Fox, llevaron en 2000 al PAN al poder (bueno a un cambio sin cambio)
Sin embargo, la alternancia de partido, pronto cayó en la desesperanza de los mexicanos, lejos de un cambio de régimen de un fortalecimiento institucional, de una adecuación completa de las estructuras de poder, el foxismo se caracterizó por ocurrencias e “ideotas” (así). La catarsis generada rápido llevó a la desilusión.
En 2006 ante la posibilidad real de lograr la Presidencia de la República con un verdadero cambio las estructuras de poder real y fáctico, volvieron a aglutinarse en torno a un candidato, comprometiendo el proceso, poniendo en riesgo la estabilidad nacional Vicente Fox y una parte de la cúpula empresarial, impusieron la continuidad del régimen, estiraron la liga y luego culparon a los opositores de ser culpables. Así, la explosión (dinamitación) del poder público nacional, el desmembramiento de la institucionalidad, la irreflexiva acción o inacción del gobierno, nos ponen en una crisis sistémica peor que la del 40 o la del 68 o la del 88 o la del 94 o la de 2006, la diferencia es que ahora el camino institucional (de esas instituciones que durante 12 años debilitaron los panistas) está agotado. Hoy una estructura electoral débil, una legislación incumplible y una inmensa incapacidad del gobierno, NO da para estirar la liga, NO ofrece la posibilidad de movimiento, NO posibilita la negociación política, pues además hay una inmensa incapacidad para realizarla. Sin ser exhaustivos ni Vázquez Mota (como coordinadora parlamentaria) ni los cuatro secretarios de Gobernación han tenido o las agallas o la decisión de lograr acuerdos y el PRI ha dejado que las cosas pasen, como si en esa actitud lograran el objetivo de debilitar al Estado y llegar al gobierno.
Tras la “victoria” del régimen Manuel Ávila Camacho tuvo que incrustar a todas las fuerzas políticas como parte del gabinete Miguel Alemán (a la derecha) y Heriberto Jara o Lázaro Cárdenas (a la izquierda) Ese primer rompimiento del orden institucional tuvo consecuencias nunca aclaradas primero un atentado contra el presidente y después la muerte de Maximino (hermano del Presidente), el reacomodo de las fuerzas de derecha y la postulación de Miguel Alemán Valdés, retoman el frágil cause.
En los sesenta tras la llegada de Díaz Ordaz (cercanísimo a Maximino) considerado anticomunista y quizá el producto mas cercano al régimen “revolucionario” (por su estructura represora) las corrientes “progresistas” del mismo régimen retomaron el control de la situación política y llevaron a Echeverría tras estirar la liga en 1968.
La liga es flexible, la liga permite jugar con ella, la liga se estira y afloja tras determinada resistencia y ante determinada insistencia. Muestra de ello es la readecuación del andamiaje político electoral de 1971 y la readecuación de las estructuras de poder, para compactarse y mantenerse, sin embargo la liga se siguió estirando.
Tras veinte años de “acuerdos” políticos y “reacomodos de fuerzas” en 1987 se volvió a estirar la liga y como consecuencia la estructura de poder nacional se fraccionó, pese a ello la izquierda institucional fue nuevamente marginada.
Un nuevo “acuerdo” político y una nueva reforma política un “nuevo” esquema de permanencia política del régimen, que sólo llevó al fortalecimiento de la derecha institucionalizada (PRI y PAN) que abrió la puerta al primer gobierno estatal de “oposición” y a la recomposición de la derecha (al grado tal que Genaro Borrego –panista convexo- es nombrado Presidente del CEN del PRI) (ver: K. Sáenz; J. Casillo; A. Guillén; El sistema electoral mexicano panorama de las reformas electorales desde 1990).
La semilla de la descomposición política nacional estaba ahí y en 1994 los causes institucionales fueron nuevamente rotos el “flamante” candidato del Presidente fue asesinado y según la declaración ministerial de Carlos Salinas, por la Nomenklatura del PRI (aunque nunca realizó imputación directa alguna)
La “negociación” de Salinas tras la muerte de su “delfín” el llevar el sacrificio de Colosio hasta el grado de la “posibilidad” de permanencia para dar paso a un nuevo proceso electoral, la tozudez de Manuel Camacho para “sobrevivir” pese a todo, la reestructuración del poder de la derecha y especialmente la “creación” de un producto denominado Fox, llevaron en 2000 al PAN al poder (bueno a un cambio sin cambio)
Sin embargo, la alternancia de partido, pronto cayó en la desesperanza de los mexicanos, lejos de un cambio de régimen de un fortalecimiento institucional, de una adecuación completa de las estructuras de poder, el foxismo se caracterizó por ocurrencias e “ideotas” (así). La catarsis generada rápido llevó a la desilusión.
En 2006 ante la posibilidad real de lograr la Presidencia de la República con un verdadero cambio las estructuras de poder real y fáctico, volvieron a aglutinarse en torno a un candidato, comprometiendo el proceso, poniendo en riesgo la estabilidad nacional Vicente Fox y una parte de la cúpula empresarial, impusieron la continuidad del régimen, estiraron la liga y luego culparon a los opositores de ser culpables. Así, la explosión (dinamitación) del poder público nacional, el desmembramiento de la institucionalidad, la irreflexiva acción o inacción del gobierno, nos ponen en una crisis sistémica peor que la del 40 o la del 68 o la del 88 o la del 94 o la de 2006, la diferencia es que ahora el camino institucional (de esas instituciones que durante 12 años debilitaron los panistas) está agotado. Hoy una estructura electoral débil, una legislación incumplible y una inmensa incapacidad del gobierno, NO da para estirar la liga, NO ofrece la posibilidad de movimiento, NO posibilita la negociación política, pues además hay una inmensa incapacidad para realizarla. Sin ser exhaustivos ni Vázquez Mota (como coordinadora parlamentaria) ni los cuatro secretarios de Gobernación han tenido o las agallas o la decisión de lograr acuerdos y el PRI ha dejado que las cosas pasen, como si en esa actitud lograran el objetivo de debilitar al Estado y llegar al gobierno.
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