No sé si durante 70 años fueron cinco (como dice Antonio Velasco Piña en su libro “El
Circulo Negro”), tampoco puedo saber si fueron 50, pero estoy seguro que no
fueron más de 500 los personajes que guiaron los destinos de México entre 1930
y 2000; ellos tomaron e instrumentaron las grandes decisiones de nuestro país
sin contrapeso alguno, ellos “distribuyeron” prebendas e
intercambiaron “favores” para mantener equilibrios de poder político nacional.
Los contrapesos al desarrollo político nacional, eran pues
limitados por las reales fuerzas de poder político nacional; sólo como dato
anecdótico hasta 1993 la circulación de una publicación (diario, semanal,
quincenal o mensual) estaba decidida por la Unión Nacional de Voceadores, ellos
decidían que llegaba a las calles y a los consumidores de información escrita,
Grupo Reforma, trastocó eso, cuando estableció canales de distribución alternos
y logró colocar su diario en el DF sin recurrir a la UNV.
La prensa en México obedecía a los intereses del poder
político y crecía o se extinguía en razón del interés del o los políticos en turno,
a la sombra de un grupo de interés o de un ala de poder; proyectos como
UnoMasUno (1976) o El Día (que por cierto la mayor parte de su tiraje acababa
en oficinas gubernamentales), eran ejercicios “periodísticos” más
encaminados a debilitar a otros que a fortalecer la democracia.
Algunos ejercicios de prensa independiente pueden observarse
en el periodo priista, como Excelsior o Proceso (en los 70), La Jornada (en los
80) y Reforma (en los 90) pero por una parte su limitada capacidad de difusión
y por otra las restricciones impuestas desde las instancias gubernamentales,
hicieron de ellos limitados espacios de difusión.
Además hay que agregar que la investigación periodística,
estuvo hasta ya entrado el presente siglo muy limitada por la burocracia gubernamental,
que exponía o comunicaba o trasmitía lo que le interesaba y ocultaba todo
aquello que le podía ser adverso.
El cambio de régimen político y la “apertura” de la
información pública, significan además el nacimiento de investigación
periodística y difusión de información de relevancia, así, mientras el régimen
político autoritario, pierde espacios, la presa (los medios) lo ganan,
desafortunadamente no siempre ara beneficio de la población, pues en México, la
actividad informativa se ve más como un negocio o una forma de presión política
que como un ejercicio de fortalecimiento social o contribución al desarrollo
democrático nacional.
Para los medios de comunicación, la transición política se
convirtió en realidad en un reposicionamiento que les permitió obtener ventajas
sobre la debilidad institucional, pero no los convirtió en mecanismos de
información real a la sociedad, salvo contadas excepciones, de investigación
periodística seria, en nuestro país, la prensa sirve para vender, no para
informar, una nota sensacionalista es tratada de manera discrecional, es objeto
de rating inmediato, no se convierte en objeto de investigación periodística y
menos en un proceso de seguimiento periodístico permanente (salvo casos muy
contados y específicos).
Los medios presentan permanentemente casos de corrupción,
pero no los documentan con mayor información, ni realizan mayor abundamiento
posterior.
Los eventos de investigación periodística que han
desembocado en escándalos mediáticos son rápidamente sofocados o por otros
medios o por el propio estado, sin mayores repercusiones sociales o políticas
reales.
Sin embargo, desde hace unos años (no más de tres lustros)
cada vez con mayor frecuencia se observan ejercicios periodísticos documentados
que hacen temblar las estructuras del poder político, que han desnudado a los
gobernantes y que han mostrado descarnadamente los niveles de corrupción,
contubernio e impunidad, ello es en esencia un avance de la información y un
fortalecimiento de un estado democrático; que molesta, que incomoda y que hasta
ofende a los hombres de poder.
Hay muestras en diversos ámbitos de la vida nacional de una
regresión (sometimiento de poderes), de un fortalecimiento del estado
autárquico (limitación de libertades individuales), ahora se suman ominosos
signos de regreso a la “dictadura perfecta” con la descarada
intromisión del poder político en la “política editorial” de medios.
Permitir esa regresión representará un retroceso en el
estado de libertades que hemos forjado durante más de cincuenta años con mucha
sangre, con mucha lucha, pero principalmente con el esfuerzo social
conjunto.
El derecho a la información lo hemos construido con la
sangre de cientos de compañeros muertos por los hombres de poder y olvidados
por el resto de la sociedad; con el esfuerzo de millones de mexicanos que poco
a poco pero sistemáticamente hemos abierto los espacios de opacidad; ahora
tenemos la obligación de subir un escalón y lograr que la exposición pública de
sus corruptelas, cochupos y componendas no quede impune, sea castigada con todo
el rigor de la ley o con los instrumentos que nos dejen a nuestro alcance.
No permitamos que regresen los tiempos de los 5, 50 o 500
personajes de poder.
SALUD
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