Según nuestra carta magna y como parte de las múltiples
contradicciones de ella, votar es un derecho y una obligación de los ciudadanos
(artículos 35 y 36) y contrario a otros derechos como la alimentación o la
vivienda (artículo 4 tercero y séptimo párrafo) el derecho de votar y ser
votado parece estar tutelado y ser reclamable; sin embargo como muchas otras
obligaciones especialmente del Estado (una palabra etérea, usada en la
Constitución para decir nadie unas 200 ocasiones) no tiene reglamentación
alguna.
En tal sentido votar se convierte en una prerrogativa
ciudadana, en un privilegio del que no tenemos que depender de los otros (del
Estado por ejemplo) para aplicarlo, por el que se nos confiere la posibilidad
de expresarnos en respecto a asuntos cruciales, de manifestarnos en relación
con el estado que guarda nuestra sociedad; por cierto dos derechos la
manifestación y la expresión (garantizados por ese etéreo ser llamado Estado)
son en general suprimidos, limitados o “guiados”
de manera cotidiana por los gobiernos.
Así pues, nuestra asistencia libre a la casilla de votación para
manifestar nuestro “interés” significa para Lorenzo
Córdova Vianello, que cobra como presidente del INE “participar en la definición de
los cargos públicos” pero quizá sería conveniente señalarle al “distinguido”
señor Córdova que:
- primero sólo votamos por el titular del poder ejecutivo (Gobernador Presidente Municipal) y que los otros cargos públicos son “prerrogativa única” del ese titular, así como de los títeres que hacen las leyes que ellos o sus titiriteros deciden hacer;
- segundo que son los partidos políticos los únicos (o casi únicos) postulantes de los “cargos públicos” que nosotros definimos;
- tercero que hace muchos años esos órganos del Estado mexicano llamados partidos políticos, se convirtieron en un lastre para la ciudadanía.
Con ello, al votar el ciudadano se convierte en cómplice de
una estructura que no le ha respondido; de un entramado legal que sólo les
favorece a ellos; de una formula cuasi perfecta para la manutención (pago con
nuestro recurso) en los “cargos públicos” de un mismo grupo
de personas que han hecho poco o muy poco por nosotros. Además, no asistir a votar representa seguir
dejando en manos de las estructuras partidistas y de sus grupos corporativos,
las decisiones que competen a todos.
Dice el señor Córdova
Vianello, que: “anular el voto, no tienen ningún
sentido” atreviéndose después a afirmar que las elecciones sirven “para
encauzar pacíficamente las diferencias, las controversias y los eventuales
conflictos” pero tras treinta años de procesos electorales más o menos “civilizados”
en México, ¿se ha resulto algún asunto de relevancia para los mexicanos?
Sabrá se el señor Córdova
si hoy hay mayor justicia social que en 1985 o si algunas decisiones ejecutivas
se toman a partir de la consulta con los ciudadanos; es más hoy cinco
legislaturas federales posteriores algún diputado (local o federal) interactúa
de manera permanente con sus electores y lleva a los órganos legislativos las
inquietudes de ellos.
No, el México de 2015 es casi el mismo de 1985, de hecho hay
espacios locales en que la inequidad y el autoritarismo se han incrementado.
Es pues nuestra prerrogativa ir a la casilla y votar
anulando o dejando en blanco la boleta, para demostrarles a ellos, a todos
ellos que estamos hasta la madre de expresarnos en un sentido y ellos decidan
ir en otro.
Es nuestro derecho hacerles ver que no ns sirven.
SALUD
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