En febrero
según El Universal el 56 por ciento de la población “aprobaba” la gestión
de Peña Nieto, para mayo según
Excelsior esa aprobación sólo la manifestaba el 55 por ciento y para julio
según Reforma esa aprobación es del 52 por ciento.
Pese a los enormes esfuerzos mediáticos a la estrategia de
comunicación efectista y a todos los anuncios gubernamentales que hacen ver a
Peña Nieto y a su gobierno como muy productivo, la popularidad se muestra a la
baja.
De hecho ese nivel de “aprobación” no se presenta desde mayo
de 2005 (al final de la administración de Vicente
Fox) que era parte de la “crisis del desafuero” e incluso Zedillo después de la crisis del 95 y Salinas tras las cuestionadas
elecciones de 1988 estaban mejor calificados de lo que hoy lo está Peña.
Así pues, la actuación “efectiva” de Zedillo y su presencia
en medios (así como la negociación con Clinton) tras la monumental crisis del
95 y “el quiñazo” fueron medidas que retuvieron la caída de la
popularidad presidencial, pero en el presente caso el deterioro de la “imagen”
de Peña Nieto parece no ser
consecuencia incluso de sus dislates tales como el traslado de poderes a Boca
del Río (en Veracruz) o las playas de Mérida e incluso la creación de un nuevo
estado en Tijuana o de otras peñajadas
como el saludo civil a un mando militar, parecen ser más objetivas las razones
por las que los mexicanos han dejado de creer en anuncios o se fijan más en la
calidad de los mismos o incluso evalúan al régimen por sus logros y no por sus
anuncios.
Ante tal situación y en razón de los inminentes procesos
legislativos relacionados a la reforma fiscal y energética (que parece no
podrán caminar sin una reforma electoral y un cambio de régimen para el DF)
surge la duda de con que “capital político” Peña Nieto saldrá a defenderlas, o si
dejará en manos de sus “brillantes” secretarios tal defensa.
Ya tras la presentación de los resultados de la medición de
la pobreza en México, tanto Videgaray
como Robles, mostraron sus “dotes”
para mostrar de manera descarnada la necesidad de “contar con recursos” para
atacar ese flagelo. SALUD. Por cierto, es tan
pobre su capacidad de alocución que parece que no se convencieron ni entre
ellos de lo que decían.
En una plática ayer me pregunté a manera de retórica inútil
¿será que piensa abandonar esas reformas? Y la respuesta inmediata de i
interlocutora fue: Sin ellas no hay capacidad de movimiento en su popularidad,
se iría a pique y los grupos que lo impusieron se ven inmovilizados y se limita
la capacidad de operación política para ellos.
Es decir se requiere una figura aglutinadora que además
represente a ambas fracciones de los que lo impusieron (los salinistas
y los atracomucho) esa figura no está ni en Videgaray y menos en Robles,
pero tampoco la veo en Osorio Chong
o en cualquier otro de los actuales encargados de los despachos nacionales, lo
que me lleva a pensar en la necesidad de un cambio, de una refresco para colocar
a un Chuayffet o a un Camacho Quiroz en la primera línea de
ataque, en la defensa y negociación de las “grandes reformas”
institucionales o quizá partir la defensa y ofrecer a Pedro Joaquín Coldwell, la posibilidad de salir a defender la parte
energética y dejar en manos de Videgaray
o de … (no se quién) la Fiscal.
Es un hecho, los poderes fácticos que llevaron a Peña a la presidencia de la república,
no están en posibilidad de tirar su inversión al caño y requieren algo que haga
vibrar el gusto del mexicano por el copete de su presidente, aunque se quede
sin copete, así que cuidado, pues en el retorcido esquema de hacer política de
los priistas hasta la desaparición física es posible, además hasta puede causar un impacto de aprecio por el muerto, pues siempre los muertos son "buenas gentes" como decía Lavestida.
SALUD
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