“La historia es una ciencia tan recta como la
matemática y en donde la humanidad debe leer claramente su destino escrito de
preferencia con los errores de su pasado”
Francisco Bulnes
En la “historia” de México hay tantas “verdades
históricas” tan inverosímiles como inútiles; muchas de ellas casi
convertidas en mitos, empecemos por Aztlán al noroeste, que se puede ubicar
desde la actual costa nayarita, hasta el estrecho de Bering y un “viaje”
que dura más de 200 años, que fue seguramente un largo viaje, una historia insuficientemente
estudiada a pesar de ser el mito fundacional de la cultura originaria nacional;
a pesar de representar la mexicanidad y de poder convertirse en una estructura
de unidad, ha sido desdeñada y hasta puede ser considerada como ajena a la
historia patria.
Continuando con la inmensa variedad de pueblos
originarios del norte del país (denominados de manera genérica como
chichimecas) que fueron relegados, aventados, expulsados de sus tierras, bajo
la bandera de la cristiandad y que para la historia nacional lejos de
representar una parte importante de la estructura comunitaria nacional, se han
convertido sólo en nombres étnicos ajenos a la cultura nacional.
Sin dejar de lado al pueblo p'urhépecha, que tenía
una estructura religiosa monoteísta y poco arraigo a ella aunque trascendía el
concepto del inframundo, la transición a otro estado de vida tras la muerte y
que pese al dominio español y a los 500 años de dominación cultural occidental,
ha logrado sobrevivir y mantenerse.
La evangelización, la brutal infiltración de las
estructuras amerindias por parte de los “conquistadores” que en la “historia”
pocas veces son tratados como predadores, devastadores y asesinos.
Ya en el México “actual” que nace al grito de “¡viva
la religión católica! ¡viva Fernando VII! ¡viva
la patria! ¡viva y reine por siempre en este continente americano, nuestra sagrada
patrona, la santísima virgen de Guadalupe! ¡muera el mal gobierno!”
que sólo intenta trastocar las estructuras de poder a favor de un nuevo grupo
de poder local; la “historia” poco ha incursionado en los verdaderos intereses de Hidalgo y su camarilla; dejándolo como “el
padre de la patria”.
Las luchas intestinas de conservadores y liberales
durante lo que conocemos como a Reforma y la figura de Juárez como “el reformador”, como “el
impoluto”, como el “Benemérito de las Américas”, un
tratamiento que sin mayor cuestionamiento lo hace un ejemplo en la “historia”.
Sólo como dato marginal del enfrentamiento de esos dos
grupos de interés nacional, tras la conclusión del mandato de Guadalupe Victoria de la primera
presidencia de México (1828) y la toma de protesta de Benito Juárez por primera ocasión en enero de 1858, en treinta años
hubo 24 diferentes presidentes (25 si consideramos el comúnmente llamado
Triunvirato de Pedro Vélez,
Presidente de la Corte Suprema de Justicia encargado del despacho del poder
Ejecutivo en compañía de dos individuos nombrados por el Congreso: Luis Quintanar y Lucas Alamán, que cuidó el espacio durante 8 días mientras llega el
vicepresidente a ocuparla según mandato constitucional)
La “historia nacional” ha hecho héroes intachables
a figuras, a caudillos, a personajes; dejando de lado las verdaderas luchas
sociales; los grandes movimientos locales y nacionales; la “historia”
ha ignorado la movilización comunitaria local y privilegiado la existencia de “grandes
hombres”
Incluso la “revolución” en la “historia”
de México, es una inconexa sucesión de eventos epopéyicos en los que
invariablemente los personajes y sus “apelativos” están por arriba de las
luchas populares, “el mártir de la democracia”, “el centauro del norte”, “el
caudillo del sur” son sólo algunas de las “figuras” de ese
movimiento, son el movimiento sin movimiento, son la representación del olvido
de la lucha para centrarse en la veneración de personajes.
Esas “verdades históricas” y otras muchas
han sido transmitidas como mitos, como dogmas de fe, como parte de la tradición
de rendición de culto a personajes y no a la voluntad férrea del colectivo.
El señor cansado, hace apenas unos
meses nos recetó una “verdad histórica” respecto de los
acontecimientos de Iguala del 26-27 de septiembre de 2014, en la que sin apoyo
jurídico, sin documental probatoria y sin peritaje alguno, aseguró: “nunca
tendremos certeza de cuantos jóvenes fueron asesinados en Iguala” pero “fueron
asesinados, quemados (en el basurero de Cocula) levantaron sus restos y los
depositaron en bolsas de plástico que después llevaron al río”, el señor
Murillo Karam (que cobró para tener
certeza de las investigaciones) aseguró que la “verdad histórica” era “su
verdad” y como los otros mitos históricos de México, los debíamos aceptar, pero
la histórica
verdad lo desmiente.
La histórica verdad, nos dice que no
hay certeza de que TODOS están muertos, hay certeza de que puede haber alguno
vivo y que es responsabilidad del Estado Mexicano encontrarlo o demostrar
JURÍDICAMENTE el destino de los desaparecidos.
El señor Murillo
que ese mismo día dijo estar cansado y que ahora descansa (seguramente tras
recibir un jugoso bono de despido), debe además de una explicación a su “verdad
histórica” un esclarecimiento de su estupidez jurídica.
En México, en donde no hay consecuencia jurídica por la
ineptitud administrativa, el señor Murillo Karam, pasará a la historia como
inepto y corrupto, pero nunca será juzgado.
Por cierto, ya sé que la Constitución no establece como
requisito que él o la titular de la PGR sepa leer, pero para nuestros solícitos
legisladores sería conveniente agregarlo, pues una señora que dice ser abogada
(cuya única aptitud real es SABER LEER) debiera saberlo hacer.
También sería conveniente volver a revisar el penal de "máxima seguridad" del Altiplano, puede ser que la verdad histórica y la histórica verdad no concuerden.
SALUD
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