Ya hace quizá un par de meses escuche un primer acercamiento
a la posibilidad de estar llevando al país al borde del precipicio, entonces
quien lo planteaba, hacía referencia a tratar de justificar un golpe de estado y
con él la pérdida de derechos individuales y la imposición de una gran cantidad
de medidas autoritarias.
En la primera semana de agosto, Jorge Carrasco Araizaga en la
revista Proceso publicó “El Ejército en su laberinto” que hace un recuento
del desgaste de las fuerzas armadas mexicanas (ejercito, marina y fuerza aérea)
han sufrido como consecuencia de haber sido lanzados a una lucha contra el
narcotráfico y las recientes consecuencias de hacerlos policías y enfrentarlos
a la población civil armada en diferentes regiones de México.
Yo mismo unos días después “eculubraba”
(así) con la posibilidad
de violencia en la plancha del zócalo capitalino, en caso de intentar meter
contingentes priistas, para contrarrestar la presencia de la CNTE y (en su
caso) los de López Obrador tras el 8 de septiembre.
Ya ayer
conocí por primera ocasión un texto que habla de la posibilidad de golpe de
estado así es, Arturo Reyes Isidoro diciendo “parece que para el Ejército la
tolerancia ya llegó a su límite. Seguramente la cúpula militar, mientras ve
como los gobiernos civiles de Guerrero, Michoacán, Oaxaca, Chiapas y el
Distrito Federal permanecen sin hacer valer su autoridad y toleran policías
comunitarias armadas, desórdenes, actos vandálicos de “maestros”, y el Gobierno
federal se ve blandengue ante el caos que viven ya muchos lugares del país”
y con ello simplemente podemos quedar fríos.
Pues bueno parece que aunado a lo anterior, el ir a “rendir”
(como si fuese obligatorio) su mensaje al Campo Marte (ya sea el domingo o el
lunes o el martes o que importa cuando) parece ser la moneda con que “paga”
a los mandos ·su lealtad o como un “tributo” casi de secuestro.
Pero alguien que si leyó a Don Jesús, seguro le informó que “en política la forma es fondo y
el fondo es forma” y decidió o decidieron cambiarlo “nuevamente” de
cede.
Sin embargo, la violencia en bastos territorios del país y
la desesperanza de grandes núcleos poblacionales producto de carencias
acumuladas y falta de oportunidades, resultan “sospechosos” incentivos
para escalar niveles de violencia social y “ofrecen” a las fuerzas
armadas una posibilidad para hacerse del poder, de hecho me atrevo a pensar que
ya el Ejército tiene secuestradas a las “instituciones” desde la captura y
puesta en internamiento de los 45 guardias comunitarios de Aquila en Michoacán y
la detención e internamiento de los integrantes de otros tantos en Olinalá en
Guerrero. Que ya asumieron el control
de cuando menos una parte de la seguridad nacional y no van a permitir que se
les siga usando como carne de caños en una guerra sin sentido.
“Revueltas” sociales las denominan ellos y de hecho a los detenidos
de Olinalá se le están fincando cargos de “disolución social” y ya Fausto Lozano Espinoza, comandante de
la IX Región Militar, se atreve a decir: “la guerrilla esta atrás de estos movimientos
civiles armados, en los municipios de la Costa Grande y Costa Chica en la
entidad como Ayutla de los Libres, Tecoanapa, Cuautepec, Coyuca de Benítez y
Marquelia” SALUD y literalmente
hay “una
mano que mece la cuna”
Sin embargo, permitir que se sobrepongan las fuerzas armadas
a las decisiones ejecutivas, es sólo muestra de la debilidad de las
instituciones (esas que tanto grito y sombrerazo causaron hace siete años) y
parte de la descomposición última del estado.
También, este momento representa la posibilidad de que
seamos nosotros los que asumamos el control de nuestra patria, organizados y
con mucha decisión.
SALUD
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