Sólo
ellos decidirán si este proyecto es un suspiro en la historia o es la historia
misma.
México a vente años de dos acontecimientos históricos; de
dos eventos trascendentales pero contrapuestos: la entrada en vigor del TLC
(NAFTA) que nos “ponía a las puertas del primer mundo” según Carlos Salinas y el surgimiento de un
movimiento indígena en las montañas de Chiapas (la región más pobre y olvidada
del país) que mostraba al mundo la cara de atraso y sometimiento a la que
amplias capas de la población mexicana estaban sometidas.
La presencia de dos visiones de un mismo país, la
triunfalista que entonces había llevado a estándares de competencia internacional
todos los sectores económicos y sociales de nuestro país, en un verdadero acto
promocional y de fe, el grupo en el poder “modernizó” la actividad productiva
nacional, vendió a México como un impulsor de la “libre empresa” y como un
baluarte de la democracia.
Aprovechó la inmensa capacidad de divulgación del estado
para hacer creer a extranjeros y mexicanos que después todo sería miel sobre
hojuelas.
Asignó precio de mercado a cada cosa que pudo (vendió
sectores hasta entonces consagrados como estratégicos, sentó las bases para el
desmantelamiento de la producción agropecuaria y para el “cambio” del modelo de
desarrollo. Abiertamente, con tenacidad
y gran desprecio por esos grupos poblacionales (pero siempre alegando su integración
al desarrollo nacional) el abyecto gobierno se entregó a intereses
absolutamente ajenos a la realidad.
En ese tiempo, los indicadores de desarrollo social
(especialmente de las comunidades indígenas) señalaban ya un desastre y NO han
mejorado, pues lejos de que el TLC detonara crecimiento y desarrollo, marcó de
entrada un proceso de acelerada pérdida de la producción nacional, de hecho un
año después de la entrada en vigor del “poderoso” instrumento, la población
de México era 7.8 por ciento más pobre.
En 20 años los mexicanos somos en promedio 1.6 por ciento
más ricos que entonces, sin embargo los niveles de desigualdad social han escalado
hasta llegar a índices dramáticos de intolerancia, hoy en México hay municipios
con niveles de marginación y atraso social equiparables a 1900. SALUD
El movimiento zapatista, colocó en el tema nacional la
importancia de su atención, resultado de esa movilización, desde 1997 hay
mayores márgenes de participación ciudadana en aspectos institucionales (aunque
las estructuras partidistas se han apropiado del derecho de todos los mexicanos
a manifestar decisiones) en 2000 un clamor nacional echó a la basura a una
estructura partidista que durante los 75 años anteriores había desmantelado al país
y esperó (pacientemente) el cambio que no llegó.
Desde entonces y con cuatro elecciones federales ha mostrado
su inconformidad con el camino de México y no ha sido escuchada, es más ha sido
despreciada y vilipendiada.
Hoy el movimiento zapatista incluso dejó de ser un símbolo
para convertirse en un mero referente, en un pasaje de la picaresca mexicana,
es un vago recuerdo muy lejano de organización social y rebeldía.
Esa capacidad de organización para la lucha armada quedó
sólo como muestra de lo que no se debe hacer, es muestra de que el Estado
cuenta con instrumentos para desmontarla y armar un teatro en su entorno: la
caravana zapatista de 2001; la instalación de innumerables puestos militares en
esa zona indígena y en otros muchos puntos de la conflictiva social nacional;
la capacidad para hacer llegar migajas a los más desprotegidos (aunque nunca
para agregarlos al “desarrollo”); la formación de estructuras sociales contrarias
que los enfrentaran y mermaran; la rápida, pero muy incompleta respuesta legislativa;
en fin, en una evaluación objetiva de esas comunidades (y de muchas otras del
país) no se ha avanzado en su integración (es más se han relegado otros 20
años) y la coptación de amplios sectores sociales de esas y otras comunidades
hacen imposible un reagrupamiento para la batalla.
Hoy el panorama para México sigue igual de complejo, pues el
TLC que prometió el salinato como detonador, fue un impulsor de mayores
desequilibrios; el campo mexicano ha sido saqueado y olvidado; no ha habido
creación de empleos formales(hoy la economía es 60 por ciento informal o
ilegal); no hay mayores oportunidades para los jóvenes; la educación y la
cultura han sufrido un deterioro impresionante; los niveles de violencia se
encuentran fuera de parámetros de control y las organizaciones criminales son
los principales empleadores en amplias franjas del territorio.
Hace 20 años la Primera declaración de la Selva decía “hoy la
lucha es por el trabajo, por la tierra, por la vivienda, por la comida, por la
asistencia sanitaria, por la enseñanza, por la independencia, por la libertad,
por la democracia, por la justicia y por la paz" hoy la lucha es por lo
mismo y hay que agregarle contra la violencia institucional.
Veinte años y las cosas no han cambiado, pero la
organización silenciosa de amplias capas de población, la permanente filtración
de armas a muchas familias mexicanas (producto de la guerra contra el
narcotráfico) y la absoluta incapacidad de escuchar, hacen que se potencialice
una gran revuelta generalizada.
SALUD
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