Hace muchos años me toco trabajar con una profesora que me
dijo “se juntaron el hambre con las ganas de comer” (saludos Marialuisa)
y así parece estar sucediendo en las filas de la oposición mexicana, bajo el
lema “el terror como mecanismo para tomar el poder”, según me cuentan,
un golpe blando le llamó algún analista.
Primero, los opositores no son todos iguales, no tienen los
mismo intereses, no están aglutinados en torno a una figura o a un proyecto, no
tienen ideas concretas de que hacer por México y mucho menos un plan o
programa, es más muchos de ellos tienen severas diferencias entre sí, llegando
a posiciones diametralmente opuestas, como de los 360° que dijo el señor x, pese a ello y a través de “amigos”
en común, grupos de conciliación o mecanismos de coacción, desde finales del
año pasado se plantearon líneas generales de acción para debilitar al gobierno
y al presidente.
En noviembre pasado, tras el operativo “fallido” para detener a Ovidio Guzmán, algunos de los más
representativos personajes de esa informe masa de impresentables consideró que
era el momento de lanzar una gran embestida, que debía estar basada en tres ejes:
economía, violencia e ineficiencia.
Sin embargo sus líneas discursivas eran tan débiles y la
respuesta de la población tan articulada que quizá la de economía fue la única
que tuvo un impacto social, hasta que el señor Slim realizó una declaración que parecía dar respaldo a López Obrador y su gobierno; para Carlos Hank (nieto de dos dinastías)
ese aspecto estaba zanjado. De hecho, la de violencia se revirtió en contra de
una franja de esa oposición y la de ineficiencia en contra de todas.
Los ataques por el asilo a Evo Morales y las protestas contra la construcción del Tren Maya
(por parte de algunos grupos opositores de las entidades federativas en que
pasará) se diluyeron rápidamente y las buenas noticias de diciembre: un yacimiento
petrolero que puede llegar a ser punta de lanza en el fortalecimiento de Pemex
y la industria petrolera privada, la aprobación de T-MEC y el aumento histórico
del Salario Mínimo, diluyeron las “fuertísimas” protestas de los
opositores.
En enero, cuando se presentó ya de manera más concreta el INSABI,
volvió la andanada, ahora retomando la “destrucción” de las instituciones,
esas instituciones que les llenan la boca a muchos de ellos pero que sólo se
dedicaron a saquear, como quedó demostrado con el “seguro popular” que había
servido para dar contratos a los cuates para construir inmuebles (que nunca
llegaron a ser hospitales), para despojar recursos públicos mediante la
simulación de adquisiciones que nunca se habían entregado y mediante el olvido
a la formación y contratación de personal. Cálculos moderados consideran que más
de 750 mil millones de pesos corrientes (es decir del gasto aprobado) fueron
simplemente embolsados por las “autoridades” de los tres niveles de
gobierno, un buen acuerdo para que “todos” ganaran, excepto los
mexicanos que tuvimos que gastar en algo que no se hizo.
En febrero los grupúsculos “feministas” (amparados en
demandas reales o ficticias) volvieron al ataque (habían realizado protestas entre agosto y noviembre anteriores) salieron a las calles
agredieron policías, ciudadanos, instituciones y hasta monumentos y después se
justificaron diciendo que la violencia es de la sociedad (de los machos) contra
ellas y no a la inversa.
Pero desde mediados de febrero empezaron a lamerse los
bigotes, bajo la crisis de salud que causaría la pandemia de Covit-19, es más
el último día de ese mes hubo un agorero del desastre que se atrevió a pronosticar
“cientos de miles de muertos” cuando en la administración en que el colaboró a
nivel federal había participado directamente en un desfalco de más de 2 mil
millones de pesos al IMSS.
Para mediados de marzo, cuando el número de contagios era
apenas un puñado de personas que lo habían contraído en el extranjero, la
oposición “encontró” su víctima, José
Kuri (pepe) que fue dado por muerto y después (como Lázaro) resucitó y creo que sigue vivo.
Así, mientras el antiguo régimen, permitió que grandes
empresas, entre ellas la banca, la telefonía celular, las telecomunicaciones y
hasta la industria energética, funcionaran sin buscar el bien social, sin
equidad, sin capacidad rectora, sin control; toleró monopolios y permitió la
corrupción generalizada; exigía de manera enérgica la atención de todos los
problemas pendientes, en marzo se mostró una “leve” reducción de la
violencia en el país y la prensa ni se enteró y menos lo difundió.
Una mirada rápida a los últimos días muestran que esos grupos
de opositores desesperación ante la imposibilidad de reducir la popularidad y
aprobación de López Obrador y su
gobierno, primero una desavenencia de algunos de los “influencers” con las
cúpulas de poder que les pagaban y una aparente desarticulación de granjas, momento
en que algunos de los “supervisores” o “coordinadores” y de algunos “operadores”
que hasta dieron montos, mecanismos de pago y hasta mecánicas de comunicación.
Después la “aparición” de figuras públicas (del
espectáculo y los deportes) haciendo señalamientos de la ineficacia o inacción
gubernamental y la fantasmal entronización de otros personajes que o
simplemente no existían o eran “estrellas” eclipsadas y finalmente el fingimiento
ayer de un nombramiento en un cargo (que no existe) de la Coparmex, a un
personaje, que aunque existe tiene tan poco valor social que más que ayudar
parecía ser la última estocada de la patronal, muestran que hay desesperación,
enfado, desaliento e incredulidad.
Ellos dicen que ya la popularidad de López Obrador es menor al 50% pero una encuesta de una rama filial
de Coparmex (operadora política incluso de esa central sindical de patrones) dice
que el 74% de la población considera que se actuó correctamente frente a la
pandemia (parece contradictorio) y un sondeo de una consultora internacional de
mucho prestigio señala que el 78% de los empresarios (de TODOS los empresarios
de México) consideran que López Obrador
si tiene un proyecto para atenuar los efectos económicos.
Hoy la oposición es observadora, no tiene una (o más) figuras
que aglutinen (es más) ni siquiera alguien que pueda asumir ese papel en el
corto plazo, la prensa parece cada vez menos trascendente y en este periodo de
recogimiento, insignificante; es un desastre que seguro será medido en las
elecciones federales de 2021.
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