“A
veces temo que la gente de los países ricos haya olvidado a tal punto lo que
quiere decir ser pobre que ya no podemos sentir o conversar con los menos
afortunados. Debemos aprender a hacerlo.”
Charles
Percy Snow
En el “maravilloso” país en que vivimos dice su presidente
que: “Según las últimas cifras de INEGI, México
cuenta con una tasa de desocupación de 5.2 por ciento, lo que nos ubica
relativamente en una mejor posición que otras economías del mundo,
especialmente de mayor desarrollo, como nos lo ha compartido el Secretario General
de la OCDE. De hecho somos el cuarto país con menor desocupación dentro de las
naciones de mayor desarrollo económico”
Aunque la lectura fue impecable, y el dato del INEGI es
correcto (aunque la metodología de medición sea diferente a la de otros países del
OCDE), el señor Peña olvida señalar
que hoy en México dos terceras partes del empleo está en actividades ilegales
(informales les llama la burocracia encargada de la administración
de la mediocridad) y que esos empleos no cuentan con los “beneficios”
de seguridad social.
El empleo de personas para vender tamales o panes desde las
5 a.m. es una realidad lacerante de nuestra ciudad, pero la “ocupación” de los
jornaleros migrantes, de familias completas que en campos de siembra (estilo
campos de concentración nazis) tienen jornadas que van desde la 6 a.m. hasta
las 20 o 22 horas, con apenas unos minutos para tragar un plato de frijoles y
unas tortillas, sin autoridad que sea capaz de interceder en su favor.
La pobreza de los trabajadores mexicanos (de todos) no es
algo que se haya gestado de unos años, es una circunstancia que desde mediados
del siglo pasado, sistemática y metódicamente las administraciones
gubernamentales (todas) han permitido, solapado e incluso animado.
Hace unos días hablé de la
industria automotriz y los niveles de empleo que en ella se “ofrecen” del
mercado interno y el “fortalecimiento” que se pretende, mientras la
realidad del consumo nacional se realiza en condiciones económicas marginales,
mientras 28 por ciento de la población subsiste en una economía de autoconsumo
y más del 10 por ciento de ella no le alcanza para satisfacer sus necesidades
básicas de alimentación, el titular del ejecutivo federal se congratula, se
auto regodea y se deleita con haber alcanzado 5.2 por ciento de desempleo (en
sus mediciones) y “estar avanzando hacia la competitividad económica que demanda el mundo”
SALUD
Estamos agradando al resto de las economías, estamos haciendo
de nuestra economía el país que el resto del mundo quiere, estamos olvidando
las verdaderas necesidades locales para lograr el deleite y congratulación de nuestros
socios comerciales.
Mientras Brasil reconvirtió su incipiente desarrollo
industrial hacia adentro y China ahora voltea a ver las necesidades locales,
México se encarga de llevar teléfonos celulares, refrigeradores y automóviles a
las economías desarrolladas de la OCDE.
Las políticas públicas en materia de desarrollo económico
están puestas en la cantidad de recursos del extranjero que van a venir a
nuestro país para generar “crecimiento económico” para después propiciar
el desarrollo, mientras que economías emergentes pusieron y ponen sus esfuerzos
en el desarrollo local para que ello atraiga a los capitales que consolidarán
el crecimiento.
Para México, las reglas del juego se agotaron y que urgen
nuevas reglas para caminar hacia un futuro donde todos quepamos, y el camino de
la autocomplacencia gubernamental (respecto de lo bien que lo estamos haciendo)
dejó de ser el camino de los mexicanos.
Hace algunos años (antes de la llegada de este siglo) nos
decían que una vez consolidado el crecimiento tendíamos desarrollo económico, Fox convenció a amplias capas de la
población con lograr crecimientos del 7 por ciento anual (y no lo logró ni
acumulando todos los años de gobierno), Calderón
se autoproclamó el candidato del empleo y al final sólo empleo a sus amigos y esta
administración nos promete la modernidad a través de las reformas innovadoras,
pero casi todas esas reformas están tan mal hechas o quedan tan mediocremente
confeccionadas que terminaremos la administración con nuevas leyes, pero sin
haber crecido y menos desarrollado la economía nacional.
Ya hoy la primera gran reforma (la laboral) está
absolutamente rebasada y lejos de los 350 mil empleos que generaría este año,
la tendencia es inercial y para allá ven las otras grandes reformas propuestas.
Así pues la porvresa de nuestros administradores es de tal
magnitud que en su cultura de la mediocridad cualquier cosa que parezca buena
para ellos, deberá ser buena para el resto de los mexicanos, no tienen la menor
idea de lo que México y los mexicanos necesitan, pero a pie juntillas consideran que lo que el mundo espera de México, es lo mejor para los mexicanos.
SALUD
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